23 de agosto de 2009

Asalto

[28-07-08][Bogota]

Ayer a pleno día, con personas en todos los sentidos siguiendo sus asuntos propios y tratando de no importunar con mis asuntos a los que a mi lado apenas si sabía que existían, iba yo apacible como siempre por donde transitar me era común y me era frecuente. Si al caso alguien más me había visto antes era por mi gusto de hacer ese recorrido casi con una sagrada fidelidad de día y de hora.

Nada había anormal al transcurrir, cuando una sombra que noté acercarse demasiado rápido por mi espalda se detuvo justo a unos pasos de mi. No podía voltear por una extraña costumbre citadina de ignorar lo que nos acecha y evitar a toda costa la confrontación de los peligros. Solo me limité a seguir el curso de esa sombra que ágilmente cercaba mi posible escapatoria; involuntariamente mis pasos aumentaron por unos metros pero más adelante mis fuerzas se gastaron y mis piernas torpemente empezaban a fallar, celebrado desastrosamente por las gotas de sudor que ya escurrían.

Atiné a mirar enfrente de mí, pero como suele suceder en estas situaciones, no había nadie al rededor, éramos mi Némesis y mis alientos ya cansados. De nuevo mis ojos hacia el suelo y la sombra allí ya denotaba una figura humana y unos pies aún con fuerzas para alcanzarme; estaba seguro que me seguía a mí únicamente.

Recordé las palabras de mi abuelo que decían que la salud estaba antes de cualquier otra cosa, pero no podía aceptar que mis esfuerzos se esfumaran por la acción de un desconocido, no estaba dispuesto a dejarle a alguien más lo que en ese momento llevaba en mis manos.

Una fuerza más salida del orgullo que del mismo cuerpo me gobernó y le dio fuerza a mis pies. La mirada era diferente ahora, tenia que salir de esta a costa de todo, hasta de mi propio miedo a no correr con suerte y darle mi valor al suelo. La tensión que había en mis pies se fue, todo mi cuerpo tenia un solo objetivo y un solo rumbo que aunque arriesgado, era la única forma de salir avante en ese instante.

El asalto culminó en la sexta vuelta a la salida del peralte, y a pesar de que yo estaba por dentro de la curva y ella casi rozaba la baranda de la pista, se deslizó delante de mí con una diferencia abrumadora. Al rato me di cuenta de que volteó sin dejar de patinar y con una sonrisa de satisfacción en los labios se despedía.


JohnAB

© Todos los derechos reservados

No hay comentarios:

Publicar un comentario